PIRATE BREITLING CUP
Estoy aquí, con el síndrome de la hoja en blanco, sabiendo que tengo que escribir una crónica de esta edición “pirata” de la Breitling pero sin saber que enfoque darle.
Podría centrarme en cómo le cambió la expresión a Ramón, cuando vio aparecer el desfile de coches por el camino mientras asimilaba lo que estaba pasando, o la sorpresa que se llevó cuando llegaron nuestros amigos del otro lado del Pirineo con sus camisas del “Ramón team”, pero sería algo demasiado serio para la ocasión.
También se me pasa por la cabeza apelar al sentido del humor, recordando momentos como las pasadas por la pista del “papa-móvil ACME” o de las conversaciones del “speaker” oficial y el improvisado a través de la megafonía; pero esto ya lo he hecho otras veces y quiero hacer algo nuevo esta vez.
Tal vez le de un enfoque emotivo comentando esos momentos en que el Boss se quedaba sin saber que decir (los que conocemos a Ramón sabemos lo difícil que es que esto ocurra), cuando después de “venderle la moto” con el sombrero, se le hizo entrega de la gorra Breitling de este año (estamos esperando el reloj Ramón, pero ya sabes como funciona Correos y más en estas fechas).
Se me ocurre explicar lo mucho que me gustó ver volar por primera vez a Ramón en su copa, cosa que llevaba doce años queriendo hacer, y como todos seguimos el vuelo como si jamás hubiéramos visto un avión.
Podría haberle dado muchos enfoques a esta reseña, pero creo que ninguno representaría de verdad lo que se vivió este fin de semana en la pista de vuelo, esa sensación que estaba en el ambiente y que todos, desde los que llevamos ya años en esto hasta los que venían por primera vez pudieron sentir: la AMISTAD. La amistad que hizo que los compañeros de todas partes del país y también del país vecino, no dudaran en ningún momento en cargar sus aviones al coche y venir a volar en esta Breitling “pirata”, que ha sido más que nunca la Breitling de Ramón. Y es que este ha sido el mayor logro de la Breitling, crear un grupo de amigos que no dudan en venir desde Asturias o Logroño para estar presentes en el Día del Club o desde Valencia, Barcelona o de Vitoria para comerse unas migas el primer domingo después de Reyes. Esta amistad es lo que hace grande esta modalidad, es lo que otras no tienen, y se lo debemos a la Breitling.
Lo que ocurra de aquí en adelante son, por el momento, elucubraciones y hay que ser comedidos, pero nadie me podrá discutir que lo que pasó este fin de semana no es otra cosa que el merecido homenaje de un grupo de amigos a un club y a un grupo de gente, encabezados por Ramón, que durante doce años ha organizado la competición más importante y con más prestigio de Europa.
Esta Breitling VA POR TI RAMÓN.
Mariano Más Cano